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Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento las obras de sus manos. Salmo 19:1

 

He decidido seguir a Cristo

 18 octubre 2024

 

Mensaje y llamado del Señor Jesús, el Cristo. Y el testimonio de la historia del Himno del mismo nombre.

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En 1841 llegaron algunos misioneros a Meghalaya, (ahora el Estado de Assam), en el noreste de la India.

Gracias al trabajo de evangelización se convirtió Nokseng y su familia, pertenecientes a la tribu Garo. Este hombre había aprendido lo básico del evangelio: seguir a Jesús, dejando de vivir en pecado.


Pero, al enterarse de esto el jefe del pueblo ordenó que los arrestaran. Luego reunió a toda la gente en la plaza principal y le dijo a Nokseng que si no renunciaba a su fe sus hijos serían ejecutados. Ante esto, el hombre respondió:

«He decidido seguir a Jesús. No hay vuelta atrás»

Nokseng dijo esto porque sabía que renunciar a su fe era volver atrás, volver a vivir en pecado, sin seguir a Jesús.

Entonces, el jefe ordenó matar a los dos hijos del creyente. El jefe volvió a hablarle diciéndole que si no cambiaba de actitud su esposa moriría. La respuesta del hombre fue:

Aunque nadie se una a mí, aun así lo seguiré. No hay vuelta atrás»

Así que, mataron a su esposa.

Al escuchar esto, el jefe enojado le exigió a Nokseng que renunciara públicamente a su fe o se enfrentara a la muerte.

Tocado por el Espíritu Santo, Nokseng respondió:

«He decidido seguir a Cristo. No hay vuelta atrás, no hay vuelta atrás».

El jefe pidió entonces por última vez negar su fe y vivir. Nokseng dijo alegremente estas últimas palabras:

«La cruz delante de mí, el mundo detrás de mí. No hay vuelta atrás, no hay vuelta atrás».

Entonces lo mataron como el resto de su familia. Pero esto desencadenó un avivamiento masivo en la aldea, comenzando con el jefe; porque éste estaba extremadamente perturbado por la fe de aquél hombre.

No podía entender por qué Nokseng, su esposa y sus dos hijos dieron su vida por un hombre que vivió hace unos 2.000 años en algún otro continente. Por eso quería experimentar el extraordinario poder que se ocultaba tras la fe de la familia.

El Espíritu Santo lo tocó y espontáneamente confesó:

«¡Yo también pertenezco a Jesucristo!»

Cuando los aldeanos reunidos escucharon a su jefe confesar su fe en Jesucristo, toda la aldea aceptó a Cristo como su Señor y Salvador. Este evento desencadenó un gran avivamiento espiritual en aquél lugar.

Todo esto fue dicho por los testigos oculares a los misioneros.

 

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