En 1841 llegaron algunos misioneros a Meghalaya, (ahora el
Estado de Assam), en el noreste de la India.
Gracias al trabajo de evangelización se convirtió Nokseng y su
familia, pertenecientes a la tribu Garo. Este hombre había
aprendido lo básico del evangelio: seguir a Jesús, dejando de
vivir en pecado.
Pero, al enterarse de esto el jefe del pueblo ordenó que los
arrestaran. Luego reunió a toda la gente en la plaza principal y
le dijo a Nokseng que si no renunciaba a su fe sus hijos serían
ejecutados. Ante esto, el hombre respondió:
«He decidido seguir a Jesús. No hay vuelta atrás»
Nokseng dijo esto porque sabía que renunciar a su fe era volver
atrás, volver a vivir en pecado, sin seguir a Jesús.
Entonces, el jefe ordenó matar a los dos hijos del creyente. El
jefe volvió a hablarle diciéndole que si no cambiaba de actitud
su esposa moriría. La respuesta del hombre fue:
“Aunque nadie se una a mí, aun así lo seguiré. No hay vuelta
atrás»
Así que, mataron a su esposa.
Al escuchar esto, el jefe enojado le exigió a Nokseng que
renunciara públicamente a su fe o se enfrentara a la muerte.
Tocado por el Espíritu Santo, Nokseng respondió:
«He decidido seguir a Cristo. No hay vuelta atrás, no hay
vuelta atrás».
El jefe pidió entonces por última vez negar su fe y vivir.
Nokseng dijo alegremente estas últimas palabras:
«La cruz delante de mí, el mundo detrás de mí. No hay vuelta
atrás, no hay vuelta atrás».
Entonces lo mataron como el resto de su familia. Pero esto
desencadenó un avivamiento masivo en la aldea, comenzando con el
jefe; porque éste estaba extremadamente perturbado por la fe de
aquél hombre.
No podía entender por qué Nokseng, su esposa y sus dos hijos
dieron su vida por un hombre que vivió hace unos 2.000 años en
algún otro continente. Por eso quería experimentar el
extraordinario poder que se ocultaba tras la fe de la familia.
El Espíritu Santo lo tocó y espontáneamente confesó:
«¡Yo también pertenezco a Jesucristo!»
Cuando los aldeanos reunidos escucharon a su jefe confesar su fe
en Jesucristo, toda la aldea aceptó a Cristo como su Señor y
Salvador. Este evento desencadenó un gran avivamiento espiritual
en aquél lugar.
Todo esto fue dicho por los testigos oculares a los misioneros.
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Maghalaya